lunes, 17 de septiembre de 2018

Historia de Aitor.

Estaba yo en la cama dormido y sonó el teléfono. Me levanté y fui a cogerlo. Cuando escuché, nadie me decía nada. Colgué y volví a mi cama a seguir durmiendo. Al rato llamaron de nuevo, y más de lo mismo: nadie respondía. Así anduve un par de veces más. Y por último volvió a sonar el teléfono, y esta vez no pude levantarme: tenía las manos como atadas a la cama. Sonó un portazo en la cocina. Era la nevera. Intenté dormirme otra vez, y luego, al despertar, comprobé que ya no tenía las manos atadas. Fui a la cocina y estaba la nevera abierta. Toda la comida estaba tirada por el suelo. Corrí de nuevo a mi habitación y la puerta se cerró sola. Me agaché para mirar por la rendija de debajo, y vi la sombra de unos terroríficos pies. Intenté abrir, y lo conseguí. Miré y no había nadie. Luego volví a la cocina y encontré la ventana abierta, y restos de comida desperdigados hasta el balcón. Allí había una persona que caía a la calle como a cámara lenta.

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