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¡Admir, el oso viene hacia nosotros!
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¡Corre! - dijo el carpintero al tiempo que recogía del suelo el saco donde estaba Alur y echaba a correr.
-
¡Condenado violín! ¿Sabías que hacía ese ruido?
-
¡No! ¡Es la primera vez que lo hace!
-
¡Corre!
Admir
y Pèrlav corrieron más que en toda su vida. Saltaban, esquivaban
árboles, se agachaban, subían, bajaban, se deslizaban... Aunque
ambos eran rápidos, el oso lo era más, y a cada instante les
recortaba terreno.
-
¡Nos está alcanzando! - gritó Pèrlav - ¿Qué hacemos?
-
¡Corre más! ¡Nos va la vida en ello!
Oso en un precipicio. |
Siguieron
corriendo. El oso ya casi les pisaba los talones. Llegaron a una zona
de rocas, y se metieron por entre ellas con la esperanza de despistar
a la fiera. Pero fue en vano: el bicharraco era hábil y astuto, y
trepaba y saltaba detrás de ellos, de peñasco en peñasco, cada vez
más cerca. Salieron de allí extenuados, y en un apretón final,
casi sin aliento, alcanzaron la cima de una colina. Ésta se cortaba
en un precipicio de más de 10 metros sobre las aguas de un arroyo,
impidiendo toda posibilidad de huida. Frenaron en seco y se dieron la
vuelta. El oso había aminorado el paso, y ahora se acercaba hacia
ellos amenazante.
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