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Arroyo cercano a Bràsov. |
¿Qué
hacemos? - Dijo Pèrlav jadeante, con la cara desencajada por el
miedo y la fatiga, apollando los brazos sobre las rodillas - No
puedo correr más. Me asfixio.
-
¡Tenemos
que saltar! - respondió Admir también jadeante.
-
¿Estás
loco o qué?
-
No
tengas miedo. Conozco este arrollo, y por aquí tiene bastante
profundidad. Solo tenemos que tener cuidado de caer justo en la zona
donde el agua es más oscura. Venga, a la de tres ¡Uno! ¡Dos!
¡Tr...!
-
¡Para,
para, para! ¡Me da miedo!
-
¡Dame
la mano y saltamos! ¡Ya!
-
¡Ahhhhhhhh!
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Admir y Pèrlav saltando. |
Volaron
desde lo alto del precipicio hasta la superficie del arroyo. Se
zambulleron con los pies por delante, desapareciendo en la profunda
poza de aguas negras. Un segundo. Dos, tres, cuatro, cinco... ¡y los
dos aparecieron buceando desde el fondo! El agua estaba muy fría,
pues provenía de lo más alto de las montañas. Nadaron hasta la
orilla, escalaron las rocas del borde y se sentaron al sol,
resoplando empapados. Miraron hacia arriba. En lo alto del
precipicio, allá en la colina, el oso ya no estaba.
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