martes, 23 de abril de 2019

Otras leyendas e historias.

Paula nos ha traído este par de leyendas. No ha querido contarlas en voz alta; pero al menos las ha traído, lo cuál ya es algo.

La fuente de la Sanchita.

La bella Leila y la toma del castillo de Magacela. Ésta última es más durilla de leer, puesto que en el texto aparecen muchas palabras difíciles.

Y Sofía ha escrito a mano una leyenda que paso a reproducir aquí ¡Buen trabajo, Sofía!


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Restos del lagarto de Calzadilla.
En la pequeña localidad cacereña de Calzadilla es popular una leyenda que habla sobre un gigantesco reptil que años atrás sembró el pánico entre los vecinos de la población. Un relato con distintas variantes, pero con un hilo central común: una descomunal bestia con aspecto de saurio amparándose en la soledad de la madrugada atacaba a los rebaños dejando los cadáveres de las ovejas destrozados y despedazados.

Y es que cuenta la tradición que hace ya más de cuatrocientos años, para otros el suceso ocurrió a lo largo del siglo XVIII, los vecinos del pueblo comenzaron a encontrarse al amanecer una gran cantidad de ovejas muertas en sus rediles. Los animales aparecían desangrados y sus cadáveres destrozados y esparcidos por el suelo.

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Escultura conmemorativa del lagarto.

Una versión de la leyenda cuenta que cierto día un pastor conocido como Colás, que iba con su perro y un pequeño rebaño por el campo se topó con un gigantesco lagarto que intentó atacarlo, el perro salió en su defensa, pero fue despedazado por el terrible animal.  En aquel momento Colás se encomendó al Cristo de la Agonía, el cual convirtió milagrosamente su cayado en una escopeta, algunos hablan de que fue convertido en una ballesta, y de un certero disparo terminó con la vida del animal.


Otra variante de la leyenda habla de que durante una temporada rebaños enteros de ovejas amanecían despedazados en sus rediles. Los habitantes del pueblo comenzaron a preocuparse y empezaron a organizar patrullas nocturnas de escopeteros para dar caza a tan terrible animal. Cierta noche, consiguiendo dar con él. El gigantesco lagarto se vino hacia los escopeteros, los primeros disparos fueron repelidos por las gruesas escamas óseas del animal, por lo que pensaron que sería tarea imposible. Pero en el momento en que abrió la boca, un certero disparo termino con su vida. Los vecinos decidieron llevar el cadáver del animal al pueblo y exponerlo como trofeo, posteriormente se decidió curtir su piel y ofrecerla en agradecimiento al Cristo de la Agonía.




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