Llegó a casa empapado. Se sentó junto a la estufa, echó un par de troncos y se miró el tobillo. Estaba hinchado y amoratado, pero no roto. En dos semanas estaría como nuevo. Luego examinó la madera que había rescatado del bosque. Por fuera estaba carbonizada; pero si la raspabas un poco aparecía blanca y sana. Y el tamaño era perfecto para hacer un violín. Quizá un poco pequeña, pero bueno. Para un 3/4 le daba de sobra.
Admir se puso manos a la obra de inmediato. Cojeando por su taller de aquí para allá juntó todas las herramientas necesarias. Cerró la puerta con llave, porque no quería que nadie le molestase. Manos a la obra. Pasaron días y noches. Talló la forma básica, encoló las partes, vació y calibró la madera, colocó la barra armónica en su sitio, barnizó y ajustó los clavijeros. Solo salía a la calle para comprar comida. Solo paraba para dormir. Y sólo abría la puerta para entregar a sus clientes encargos que tenía pendientes.
- Toc toc. Toc toc. Toc toc toc toc toc ¡Admir, soy yo, Pèrlav! ¡Abre la puerta! Vamos, hombre, sé que estás ahí ¿Sabes? A los vecinos y a mí nos tienes preocupados.
- ¡Déjame en paz, Pèrlav! Estoy atareado con un nuevo violín. Hasta que no lo termine quiero estar solo, tranquilo y concentrado. Anda, vete y déjame en paz.
- Admir, soy tu amigo, y te quiero. Y por tu bien te digo que deberías dejar ya eso de querer ser luthier. Vamos a ver: tú eres un buen carpintero y haces unos muebles estupendos que a todo el mundo gustan ¿Por qué sigues empeñado en fabricar violines? ¿No ves que no se te da bien? Además, no es normal que estés ahí metido tanto tiempo sin juntarte con nadie durante días y días ¿Por qué no sales, nos vamos a dar un paseo y hablamos un rato? He oído que esta tarde vienen unos artistas ambulantes a la ciudad ¡Y traen un oso que baila! Podríamos ir a verlos, y comer algo por ahí ¿Qué me dices? ¿Te apuntas?
- Pèrlav, ya te he dicho que no. Si eres mi amigo, tienes que respetarme. Y yo lo que quiero ahora es estar tranquilo y acabar mi violín.
- ¿Sabes que te digo?¡Que te den! Me voy. Cuando quieras estar conmigo, ya sabes donde vivo. Adiós.
Pèrlav se fue a ver a los artistas ambulantes, y al oso bailarín. Admir luego se enteró de que aquella tarde el oso se había escapado, se había saltado a un corral y se había comido un cerdo. Pero bueno, aquello a él ni le iba ni le venía. Él quería acabar su violín, y poco le importaban las tonterías que día a día pasaban en la ciudad.
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