Pronto, por la comarca de las Vegas del Guadiana, empezó a extenderse el rumor de que, en mitad de los bosques más espesos, un hombre barbudo y peludo caminaba feliz y contento acompañado por más de un millar de ratas. Él las cuidaba y defendía, y les proporcionaba alimento. Y ellas le querían y también le cuidaban. "El señor de las ratas", empezaron a llamar a este hombre las gentes del lugar.
Cuentan también que, cuando la guerra entre Juana la Beltraneja e Isabel por fin terminó, el conde de Medellín reapareció misteriosamente. Isabel había ganado la contienda, y Juana había sido desterrada y recluida en un monasterio de Coímbra, en Portugal. Dicen que Juan Portocarrero y Pacheco se presentó en el castillo vestido de harapos y acompañado de mil ratas; y que una de esas ratas, a la cuál él llamaba Munia, iba subida en su hombro. Aquel día reclamó su título de conde, y conde fue hasta el final de sus días. La reina Isabel le premió con títulos y tierras por su fidelidad.
Por su parte la condesa de Medellín, y madre de Juan, (Beatriz Pacheco) tuvo que renunciar al condado y pedir perdón a su hijo. Fue expulsada del castillo y acabó sus días en en monasterio de Santa María del Parral, en Segovia. Allí hoy día se puede ver aún su estatua yacente.
Supongo que muchos os preguntaréis cómo escapó el conde, y cómo sobrevivió en los bosques con sus ratas, y muchas cosas más. Esa, quizá... Sea otra historia.
Fin.
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