Patio de armas del castillo de Medellín, visto desde la torre norte. |
- Majestad, como os prometí, aquí os entrego a mi hijo - dijo mi madre, al tiempo que los soldados me bajaban en volandas, depositándome en mitad de la gran explanada.
- Bien hecho, condesa - respondió la reina con gesto de satisfacción en su rostro. Se acercó a mi y me rodeó, examinándome detenidamente. Luego prosiguió - De manera que este es el insolente traidor que ha estado conspirado contra mi a favor de Isabel ¿no es así?
- ¡¡Isabel es la legítima reina!! ¡¡Abajo los conspiradores!! ¡¡Larga vida a la reina Isa...!! - no me dejaron terminar de hablar: un soldado me propinó un lanzado en el estómago, cortándome la respiración y el habla. Caí al suelo doblado de dolor.
- No estáis en condiciones de gritarle a nadie, conde - me dijo la Beltraneja mirándome con desprecio desde arriba - ¡Soldados! ¡A la celda con él! Mañana por la mañana, al amanecer, Juan Portocarrero y Pacheco será decapitado en el patio de armas de este mismo castillo, acusado de alta traición.
- ¡Pero majestad! - replicó mi madre al tiempo que palidecía y se sobresaltaba, levantando los ojos del suelo y mirando directamente a la reina - nada habíamos quedado en eso. Ayer mismo me dijisteis que el castigo para mi hijo sería permanecer encerrado de por vida en la torre, bajo mi custodia y responsabilidad.
- Sí, así dije. - prosiguió la reina - Pero resulta que durante la pasada noche he cambiado de planes. No puedo permitir que un traidor de la talla de Juan permanezca con vida. Además, ¿no habéis visto como grita y defiende a Isabel? Si le dejara con vida no tardaría ni una semana en fugarse para volver a conspirar contra mi, amenazando a mi persona y al reino.
- Pero majestad - dijo mi madre al tiempo que se arrodillaba - Os lo suplico... Por favor... Por muy traidor que sea mi hijo, es hijo mío. No me lo matéis - Ahora sus ojos estaban llenos de lágrimas - Sé que mi Juan es partidario de Isabel. Pero os doy mi palabra de que lo encerraré bajo siete llaves para que no os cause mal alguno, ni a vos ni a vuestros intereses.
- Condesa, está decidido - sentenció la reina Juana - Tu hijo será decapitado mañana ¡Soldados!
El conde de Medellín en sus últimas horas. |
Me trajeron de vuelta a la celda, lugar en el que estoy ahora. Estas son mis últimas horas, y he decidido pasarlas escribiendo todo lo que me ha sucedido últimamente. Dentro de ocho horas, cuando el primer rayo de sol entre por la ventana de mi celda, me llevarán al patio de armas y allí me decapitarán, acusado de alta traición. Tengo... Miedo.
Continuará...
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