jueves, 31 de enero de 2019

El violín encantado XIX.

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Pasillo de la torre Negra.

Admir guardó el violín en el saco y cruzó la puerta sigilosamente. Se adentró en el pasillo pisando con sumo cuidado, casi de puntillas. Había humedad, y el suelo estaba encharcado. Avanzó 20 metros en línea recta, luego torció a la derecha y finalmente llegó a una habitación llena de cajas de madera. Había una estantería con unos cuencos de madera, y una chimenea encendida. Dos guardias andaban cocinando un conejo en las brasas. Al fondo de la habitación había una puerta y una escalera de caracol. Seguro que por ella se subía a las cámaras superiores de la torre. Cruzó la estancia como una sombra, sin ser detectado, y comenzó a subir. Llegó al primer piso. Allí había una mesa grande llena de papeles. Oyó pasos bajando del piso superior, de manera que decidió agazaparse en un rincón, con la esperanza de no ser detectado. Al instante aparecieron dos soldados, que venían hablando.
  • Parece que el condenado de Pèrlav no suelta prenda de la copa. Como no le saquemos dónde está, el Barón se va a enfadar.
  • Pues ya no sé que hacer. Mira, vamos a tomarnos un descanso. Gor y Darli están asando un conejo en el piso de abajo. Comamos algo, y luego, con la barriga llena, veremos qué hacemos para hacer que el músico confiese. Esta noche, sí o sí, tenemos que conseguir que nos diga dónde tiene la copa.
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Jaula de Pèrlav.
Los pasos se perdieron escaleras abajo. Admir, sin dudar ni un instante, subió al siguiente piso. Allí se encontró a Pèrlav, encerrado en una jaula, maniatado y con un ojo morado. Le habían pegado.
  • ¡Pèrlav! ¡Qué te han hecho!
  • Rápido, Admir, no hay tiempo. En el primer cajón de esa mesa está la llave de la jaula.
  • ¿En qué lío andas metido? - preguntó Admir al tiempo que abría el cajón y cogía la llave - más vale que me lo cuentes pronto, o no te abro.
  • Son todo mentiras. Te lo juro. Yo no he hecho nada
  • Pues un guardia me contó que se te acusa de robar una copa de oro en casa del barón Molodin.
  • ¡Yo no he robado ninguna copa! - exclamó Pèrlav - En todo caso, digamos que la he "recuperado".
  • ¡Ajá! ¡Lo sabía! - gritó Admir – Has robado la copa de oro al barón ¿Por qué lo has hecho? ¿Estás loco o qué? El barón es una persona fría, cruel y vengativa. No va a parar hasta recuperar su copa, y luego te aniquilará como a una sabandija.
  • ¡Te vuelvo a repetir que yo no la he robado, sino recuperado! Tienes que confiar en mí. Anda, sácame de aquí y te lo contaré todo.
  • No sé si me dices la verdad, Pérlav.
  • Por favor – dijo el músico mirando a su amigo a los ojos – Créeme cuando te digo que no he robado nada. De verdad que te lo voy a explicar todo cuando estemos fuera. Los soldados pueden volver de un momento a otro, y como te pillen aquí te matarán. Este asunto es grave, muy grave. De esa copa dependen mi futuro, mi vida y la de mi familia.
  • ¿Tu familia? ¡Si tú eres huérfano! Mira Pèrlav, yo no sé...
  • ¡Sssshhhhh! ¡Alguien viene! ¡Rápido, escóndete!

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