viernes, 18 de enero de 2019

El violín encantado XVIII


La noche se había cerrado, y ahora no se veía apenas nada. Había luna nueva, lo cuál acrecentaba aún más la oscuridad, que envolvía todo como una manta negra. De repente, Admir oyó un ruido. Eran pisadas que se acercaban cada vez más, tronchando las ramitas del suelo del bosque. Aguantó la respiración, para no ser detectado. Cerca de él, pero sin verle, pasó un guardia que traía un farol encendido. Se detuvo frente a una roca gigante, miró hacia un lado y a otro y, pensando que nadie le veía, empujó una piedra que sobresalía. Como por arte de magia una puerta secreta se abrió. Entró por ella, y luego el hueco volvió a cerrarse ¡Esa era la solución! Seguro que aquella entrada conducía a la Torre Negra. Ahora lo que tenía que hacer era esperar un tiempo prudencial y luego seguir los pasos del guardia. Aguardó cinco minutos, y después se acercó a la roca. Toqueteó toda la superficie, buscando el mecanismo, pero no encontraba nada. La oscuridad casi absoluta no le permitía fijarse bien en los detalles. Admir volvió a consultar a Alur.

  • Alur, no encuentro el mecanismo. Está muy oscuro, y no puedo ver nada.
  • Tranquilo, Admir. Los violines mágicos, aparte de hablar y de no arder, tenemos otras cualidades. Y una de ellas es... ¡Emitir luz!


Dicho esto el violín empezó a iluminarse. Al principio solo un poco, como una pequeña luciérnaga. Luego un poco más, como una vela. Y finalmente brilló como un farol, con una luz blanco – verdosa que parecía provenir del más allá.

  • Guau. Tu luz es preciosa. Y muy brillante.
  • Jeje. Lo sé.
  • Bien, déjame que te coja por el mástil para alumbrar la roca. Vemaos. El mecanismo tiene que estar por alguna parte. A ver que toquetee por aquí...


De repente sonó un "click". Lo habían encontrado. Suavemente la lisa roca empezó a moverse hasta dejar abierta una puerta por la que cabía justo una persona.

  • ¡Lo tenemos! Vamos.
  • Espera un momento, amiguito – replicó Alur – No sabemos lo que hay ahí dentro. Quizá haya soldados en el túnel, vigilando.
  • ¿Y qué hago?
  • Entra con mucho cuidado, pisando como un gato. Cualquier ruido puede delatarnos, y el plan se irá al garete.
  • De acuerdo.


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