jueves, 7 de febrero de 2019

El violín encantado XXIV


Como no tenía arco, Pèrlav probó a tocar usando la técnica del pizzicato, que consistía en pellizcar las cuerdas con los dedos para así obtener sonido del instrumento.
  • ¡Ehh, tú, pedazo de alcornoque, ten cuidado! Acaso a tí te gusta que te pellizquen!
  • ¿Eh? ¿Qué ha sido eso? - preguntó Pèrlav.
  • ¡Eso ha sido un violín enfadado! - respondió Alur – ¿Qué confianzas son esas para andar pellizcándome como si me conocieras de toda la vida? ¡Ni se te ocurra volver a hacerlo!
  • ¡Admir, el violín me está hablando! - gritó Pèrlav al tiempo que dejaba caer el instrumento sobre la frondosa hierba y pegaba un salto hacia atrás.
  • ¡Jajajajajja! - reía Admir.
  • ¿Por qué te ríes? ¿Qué está pasando aquí?
  • Jajajajahiii... Perdóname, Pèrlav. Es que tú no te has visto. Jaajajaja...
  • Pero lo ¿Lo... lo has oído, no?
  • Sí, amigo, lo he oído – dijo por fin Admir parando de reír, con lágrimas en los ojos – No sé ni cómo ni por qué, pero este últlimo violín que he construido tiene vida propia. Es capaz de hablar, brilla en la oscuridad y no puede arder. Y eso de momento; porque a cada instante que pasa descubro en él nuevos poderes.
  • Me estás tomando el pelo, Admir.
  • De verdad que no.
  • Que sí te digo. A ver que pruebe a pellizcarlo de nuevo.
  • ¡Ni se te ocurra, condenado musicucho! - gritó Alur - ¡Como vuelvas a pellizcarme te achicharro!
  • ¡Dios mío, ha vuelto a hablar! - gritó Pèrlav pegando nuevamente un salto hacia atrás al tiempo que Admir se echaba a reír de nuevo, esta vez incluso revolcándose por el suelo.

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