domingo, 17 de febrero de 2019

El violín encantado XXVI.


Los dos amigos se aproximaron al violín, que seguía en el mismo lugar en el que Pèrlav lo había dejado caer anteriormente. Se sentaron junto a él. Admir lo tomó entre sus brazos y lo acunó como si fuera un bebé. Le habló así:

  • Resultado de imagen de bellotasBueno bueno, Alur. Creo que tú y Pèrlav no os caéis muy bien ¿Me equivoco?
  • No, no te equivocas. Tu amigo es un grosero patán pellizcador de violines.
  • Pero Alur, es que Pèrlav no sabía que tú eras un violín especial ¿Verdad que sí, Pèrlav?
  • Verdad, verdad. Si de algo sirve, te pido disculpas, Alur. Alur te llamas, ¿verdad?
  • Sí, así me ha bautizado Admir.
  • Resultado de imagen de bayasPues eso, Alur, que siento mucho el haberte pellizcado. A partir de ahora, sabiendo que eres tan especial, te trataré con la misma consideración y respeto con la que trataría a cualquier otra persona.
  • Bueno, en ese caso, acepto tus disculpas ¡Te perdono!
  • Bien, asunto arreglado – concluyó Admir – Alur, ahora te voy a guardar nuevamente en el saco porque tenemos que seguir avanzando hacia nuestro refugio, y de paso buscar algo de comida.
  • De acuerdo. No hay problema.
  • Y tú y yo, amigo, ¡en marcha! Sigamos subiendo, y busquemos algo a lo que hincarle el diente. El bosque está lleno de comida para quien sabe buscarla. Quizá podamos encontrar por aquí algunas bellotas, bayas o algo por el estilo.

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