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Grosellas. |
Así
pues reanudaron la marcha, esta vez con los ojos bien abiertos para
encontrar comida. No tardaron mucho en hallar algunos arándanos y
grosellas, que devoraron con el ansia propia de quien lleva más de
un día sin comer. Sin embargo aquellos frutos del bosque apenas sí
servían para engañar un poco al estómago. Hasta que al final, en
el fondo de una hondonada, vieron un árbol alto y esbelto con las
hojas amarillentas.
-
¡Dios,
mío, qué ven mis ojos! - dijo Admir.
-
¿Qué?
- contestó Pèrlav.
-
¿No
lo ves? Allí al fondo, en la hondonada ¡Un nogal! Vamos a
acercarnos. Seguro que tiene nueces. Si conseguimos encontrar unas
cuantas por fin comeremos como Dios manda. Las nueces alimentan
mucho más que todos los frutos que hemos comido hasta ahora.
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Arándanos. |
Y
efectivamente, el nogal estaba cuajado de nueces. En las ramas, en el
suelo... Aquello era un festín en toda regla. Los dos amigos se
apresuraron a llenarse los bolsillos con todas las que pudieron.
Llevaban ya más de cien cada uno, y no podían parar. Quién sabe
cuándo volverían a terner la posibilidad de aprovisionarse de
alimento. Pèrlav estaba tan entusiasmado con la recolección que no
se dio cuenta de que Admir se había quedado quieto, de pie, sin
moverse, mirando hacia lo más oscuro del bosque.
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Nogal. |
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