lunes, 3 de diciembre de 2018

El violín encantado VII.


A la mañana siguiente Admir se despertó de muy buen humor, cargado de energía y vitalidad. Se vistió, desayunó y bajó al taller para limpiar las cenizas de la estufa. Miró dentro de ella, y cuál no sería su sorpresa al comprogar que allí seguía el violín, entero y sin ninguna quemadura.

  • ¡Demonios! ¿Aún sigues aquí? - preguntó Admir.
  • Resultado de imagen de brasov calles
    Calle de Admir, en Bràsov.
    Ya te dije que soy un violín encantado. Y los violines encantados, a parte de hablar y de ser listos, no podemos arder. Anda, sácame de aquí y límpiame un poco, que estoy lleno de ceniza.
  • ¡Dios mío, esto es brujería! ¡Ahhhh!

Admir se precipitó hacia la puerta y echó a correr hasta la casa de su vecina Antolina, una mujerona que vivía calle arriba y que siempre andaba cotilleando e inventando chismes de la gente. Necesitaba que alguien viera lo que él había visto para comprobar si estaba o no loco.

  • ¡Antolina! ¡Antolina!
  • ¡Qué te pasa, Admir! ¿Qué hay de tu vida? Hace mucho que no te veo ¿Te has enterado de lo que le ha pasado a Pèrlav? Dicen que ha robado en casa del Barón Molodin. Vaya un sinvergüenza que está hecho tu amigo. Ya te dije hace tiempo que no te convenía juntarte con él.
  • Mira, Antolina, ahora no tengo tiempo para cotillear ¿Puedes venir a mi taller? Quiero que veas con tus ojos algo increible que ha aparecido allí.
  • ¡Huy, sí, vamos, vamos! Yo siempre estoy dispuesta para ver cosas increíbles ¿Qué es? ¿Una serpiente gigante? ¿Un gato con dos cabezas? ¿Un ratón volador?
  • Ahora lo verás.

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