A
la mañana siguiente Admir se despertó de muy buen humor, cargado de
energía y vitalidad. Se vistió, desayunó y bajó al taller para
limpiar las cenizas de la estufa. Miró dentro de ella, y cuál no
sería su sorpresa al comprogar que allí seguía el violín, entero
y sin ninguna quemadura.
-
¡Demonios! ¿Aún sigues aquí? - preguntó Admir.
-
¡Dios mío, esto es brujería! ¡Ahhhh!
Admir
se precipitó hacia la puerta y echó a correr hasta la casa de su
vecina Antolina, una mujerona que vivía calle arriba y que
siempre andaba cotilleando e inventando chismes de la gente.
Necesitaba que alguien viera lo que él había visto para comprobar
si estaba o no loco.
-
¡Antolina! ¡Antolina!
-
¡Qué te pasa, Admir! ¿Qué hay de tu vida? Hace mucho que no te veo ¿Te has enterado de lo que le ha pasado a Pèrlav? Dicen que ha robado en casa del Barón Molodin. Vaya un sinvergüenza que está hecho tu amigo. Ya te dije hace tiempo que no te convenía juntarte con él.
-
Mira, Antolina, ahora no tengo tiempo para cotillear ¿Puedes venir a mi taller? Quiero que veas con tus ojos algo increible que ha aparecido allí.
-
¡Huy, sí, vamos, vamos! Yo siempre estoy dispuesta para ver cosas increíbles ¿Qué es? ¿Una serpiente gigante? ¿Un gato con dos cabezas? ¿Un ratón volador?
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Ahora lo verás.
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