Admir
se arrimó al otro ventanuco y volvió a repetir la llamada. En esta
ocasión no recibió respuesta alguna. Volvió al primer ventanuco y
dijo:
-
¡Ehh, señor prisionero!
-
¿Siiii?
-
Verá, he hablado por el otro ventanuco, pero no me responde nadie.
-
Ahh, entonces es que ya se lo han llevado. Ayer por la tarde, cuando daban las siete, se oyó mucho jaleo. Voces, gritos, lamentos y todo eso. Si no está aquí, sólo puede estar en un sito.
-
¿Dónde? - preguntó Admir.
-
No tan rápido, amiguito. Si quieres que te diga dónde está Pèrlav, primero quiero algo a cambio. Hace una semana que estoy aquí encerrado ¿Podrías pagar los 5 florines de oro que cuesta mi libertad?
-
¿Cómo te llamas?
-
Zöer.
-
Eso es mucho dinero, Zöer. Déjame que piense.
-
Pues piensa rápido. Puede que el verdugo esté ya afilando el cuchillo que cortará las manos de tu amigo.
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