lunes, 17 de diciembre de 2018

El violín encantado XIII


Admir cerró el saco y desandó el camino hasta su casa. Sacó la llave, entró y volvió a cerrar tras de sí. Subió al primer piso, donde tenía su habitación y una pequeña salita en la que solía comer y recibir a las visitas. Empujó la mesa que estaba frente a la ventana, se puso de rodillas, levantó la tercera baldosa empezando por la izquierda y del hueco que allí había extrajo una cajita de madera. Dentro de ella guardaba los ahorros de toda su vida: 100 florines de oro. Tomó 5, dejando el resto bien guardado en su escondite. Bajó las escaleras y se dirigió otra vez a la cárcel. Ya eran las 3 de la tarde, y el bullicio de la gente había decrecido bastante. Volvió a acercarse a la ventana.
  • Chssss. Zöer ¿Sigues ahí?
  • Aquí sigo, amigo ¿Has pagado ya la multa?
  • No. Voy a ello.
  • Pues venga.

Admir encaminó sus pasos a la puerta de la cárcel. Allí estaba el guardia, que al verle se levantó de su silla y se fue para él con la lanza preparada para darle un buen palo en las costillas.

  • ¿Tú otra vez por aquí? ¡Ya te dije que no volvieras! ¡Ahora mismo te meto de cabeza en la celda del pozo negro!
  • ¡Alto, alto, señor guardia! - dijo Admir encogiéndose y cubriéndose la cabeza con las manos, por si el guardia la emprendiá a golpes con él - ¡No vengo a molestarle! ¡Vengo a pagar la multa de un prisionero!
  • ¿Siii? ¿De qué prisionero?
  • La de Zöer.
  • ¿Zöer el panadero? Vaya vaya. Parece que ese bribón tendrá hoy su día de suerte ¿Eres familia suya, o algo así?
  • Bueno, podría decirse que sí.
  • ¿Tienes los cinco florines de oro?
  • Sí. Aquí están – Admir agitó la bolsa de cuero, haciendo tintinear las monedas.
  • Bien. Quédate aquí. Voy a por él.

No hay comentarios:

Publicar un comentario