Fueron
al taller. Entraron y se acercaron a la estufa.
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¿Antolina, ves algo dentro de la estufa?
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Sí, un violín ¿Por qué lo quieres quemar? ¿No te gusta?
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Vamos violín, dile algo a Antolina – dijo Admir. Pero el violín no respondió.
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Uhhh... - respondió Antolina - Admir, querido, creo que se te ha ido un poco la cabeza. Los violines no hablan.
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Te digo que sí, Antolina. Hace un momento he hablado con este instrumento. Y ayer noche quise quemarlo y mira, no ha ardido. Y me quiere dar consejos, y ayudar a Pèrlav a salir de la cárcel.
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Qué raro eres, Admir. Mira, me voy. Estás loco de remate, oye. Cuando te encuentres mejor hablamos ¡Adiós!
Antolina
se fue de allí entre asustada y preocupada, murmurando no sé qué.
Seguro que contaría a todo el mundo que el carpintero estaba como
una cabra, y que pobrecito muchacho, con lo buena gente que era, y
que hay que ver cómo se ponen las cabezas de respirar barniz, y que
bla bla bla.
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