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Brasov desde las montañas. |
Dicho
esto los dos amigos iniciaron la marcha. Bajaron la colina en la que
se encontraba la torre, siempre buscando la espesura del bosque. Por
el camino que conducía a Brasov se veían faroles ¡Menuda la habían
liado! Seguro que la voz de alarma había llegado a la ciudad, y
ahora todos los soldados y guardias disponibles andarían rastreando
la zona para encontrar al músico ladrón y al misterioso individuo
que le había ayudado a escapar. El barón Molodin estaría furioso
en su palacio, al corriente de la situación, quizá organizando ya
la batida para capturar a los fugitivos. Había que apresurarse y
alejarse de allí antes de que amaneciera. Cruzaron la zona de
huertas que rodeaba la ciudad, saltaron arroyos y paredes de piedra,
atravesaron arboledas y setos; y finalmente llegaron a las primeras
cuestas que conducían a las montañas.
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Paisaje cerca de Brasov. |
Vamos
por buen camino – dijo Admir – Creo que nadie nos ha seguido
hasta aquí. Tenemos que subir por el valle en dirección al pueblo
de Rasnov. Seguiremos evitando el camino, para que nadie pueda
encontrarnos ¿Qué tal te encuentras, Pèrlav?
-
Un
poco cansado, pero aguanto bien.
-
Perfecto.
Ánimo, que ya ha pasado lo peor. Cuando nos hayamos internado en
las montañas nadie podrá atraparnos.
Siguieron
caminando. Ya era más de medianoche. El cielo estaba cuajado de
estrellas. Avanzaban a buen paso, subiendo por entre bosques de
hayas, robles y abetos. Pèrlav, pese a ser un chico de ciudad,
aguantaba bastante bien el ritmo de la caminata. Los dos iban en
silencio, pendientes del suelo, intentando adivinar dónde había
rocas o ramas caídas para no tropezar con ellas. Admir pensó en lo
bien que le iría el violín para alumbar el camino; pero en seguida
descartó la idea, ya que su potente luz los haría visibles y por
tanto presa fácil para los soldados. Además; aún no quería
decirle nada a Pèrlav acerca del mágico instrumento. Ya habría
tiempo de contárselo todo cuando llegaran a Bisericuta Paganilor.
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