martes, 5 de febrero de 2019

El violín encantado XXI.


Subieron las escaleras y llegaron a la última planta. Allí había cajas de madera y una ventana. Se asomaron a ella y vieron la gran altura que les separaba del suelo: más de 11 metros. Buscaron una cuerda por allí, pero fue en vano. Oyeron voces y gritos en el piso de abajo ¡Ya habían descubierto al guardia inconsciente!

  • ¡Arriba, arriba! - gritaron los soldados - ¡Tienen que estar arriba!
  • ¡Dios mío, ya vienen! - gritó Pèrlav - ¿Qué podemos hacer? ¡Es el fin!
  • ¡Ya sé! - exclamó Admir – ¡Tengo la solución! Antes, cuando estaba vigilando para entrar a rescatarte, me di cuenta de que de los laterales de la torre cuelgan pendones de tela que llegan casi hasta el suelo. Podemos descolgarnos por uno de ellos y huir hacia el bosque.
  • ¡Bien! Vamos allá.

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Ventana geminada. Torre Negra.
Los dos amigos volvieron a asomarse por la ventana, y esta vez sí que repararon en el pendón. Se agarraron a él y comenzaron a descender. Mientras, arriba, se escuchaba jaleo. Sin duda los soldados habían llegado al piso superior, y ahora andaban buscándolos. Uno de ellos se asomó por la ventana y ¡Ay! los vio. Al instante avisó a su superior:

  • ¡Mi capitán, el prisionero Pèrlav y otro hombre se están descolgando por la parte exterior de la torre!
  • ¡Rápido, soldado, corta la tela! ¡Antes que huidos, prefiero verlos muertos! ¡Gor, Darli!
  • ¡Sí, señor! - gritaron los guardias.
  • ¡Bajad inmediatamente al pie de la torre y apresad a los fugitivos!
  • ¡Sí, señor!
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Pendón colgando de una torre.
El primer soldado sacó su cuchillo y empezó a rajar la tela del pendón. Por suerte, Admir y Pèrlav ya habían alcanzado el suelo, y ahora corrían como centellas hacia los arbustos. En unos pocos segundos alcanzaron la espesura del bosque. Allí permanecieron un momento quietos, agazapados, para recuperar el resuello y pensar bien el siguiente paso que tenían que dar. Mientras, montones de lucecitas salían de la torre. Sin duda alguna la alarma se había extendido, y ahora grupos de soldados con faroles andaban rastreando los alrededores para encontrar a los fugitivos.

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    Torre negra, vista desde el monte Tampa.
    Tenemos que alejarnos más – susurró Admir – Sígueme. Conozco esta zona bastante bien, y puedo avanzar por ella incluso en la más abusoluta oscuridad.
  • ¿A dónde vamos a ir, Admir?
  • De momento, a un lugar seguro. Sé de un refugio en las montañas llamado Bisericuta Paganilor. Está a diez horas de marcha de aquí. Es un paraje envuelto en el misterio, lleno de gigantescas piedras, robles centenarios y cuevas secretas. Allí estaremos a salvo durante un tiempo, y me podrás contar tranquilamente todo este asunto de la copa de oro. Además, yo... Yo también te tengo que contar algo asombroso que me ha pasado.
  • Bien, bien – respondió Pèrlav - Vayamos a ese sitio que tú dices.
  • Adelante pues. Sígueme, y mira bien por donde pisas. Cualquier ruido demasiado fuerte puede alertar a los soldados.

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